AFOTAR en la Selva de Irati

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Hace unos fines de semana, algunos de los miembros de AFOTAR hicieron una salida “afotera”. Aun teniendo una hora menos por el cambio al horario de invierno,  salieron en busca de las tan preciadas fotografías de otoño del año 2018. Eligieron un lugar con un encanto especial… la Selva de Irati. Sí.. sí.. ni cortos ni perezosos salieron de madrugada en busca de una aventura de fin de semana más cerca de una locura que de una salida fotográfica tal cual. 

A las 5:00h de la mañana estaban en los coches y al poco dirección a Navarra. Desayuno por el camino, llegar a un magnífico alojamiento en Ochagavía y sin más directos al bosque de hayas y abetos. No tenían intención de perder ni un segundo, sabían lo que querían hacer y donde encontrarlo; lo único que dejaron en mano de la imporvisación era el tiempo y la ruta que más se adaptara a su tiempo, clima y deseos. 

Ya a las puertas de la Selva de Irati o Iratiko oihanacomo se llama en euskera, se adentraron en el bosque dirección al embalse de Irabia dentro de este extenso territorio que ocupa el bosque entre el norte de Navarra y los Pirineos Altánticos. Se hicieron 8,2 Km como unos campeones a la vez que tomaron fotos de aquel magnífico lugar. 

Después de la ruta volvieron a Ochagavía, un pueblo precioso con mil rincones que fotografiar. Al menos Mayte, Luismi, Brey, Yinette y Nuria pudieron admirar el lugar en esa magnífica hora azul que tanto gusta a los fotógrafos. Tras lo cual, fue momento de recoger, cenar con vino de la tierra y dormir, que al día siguiente volvieron a aprovechar.

El domingo empezaron perezosos, que la hora de más de sueño que les regalaba el cambio de horario de invierno y el calor de la chocita donde se alojaron era muy goloso. Pero de ahí, se fueron de nuevo al bosque, no querían volver a Madrid sin disfutar un poco más de los paisajes inmotizantes del otoño llenos de árboles amarillos, rojos, verdes, marrones y hasta blancos de la cotas más altas que estaban nevados. Esta vez, hicieron una ruta corta hasta la Cascada del Cubo o Itsuosin pero no por ello menos entretenida. Tras lo cual ya se echaba la hora de recoger y volver a casa pero no antes sin hacer una parada en las cotas altas de la zona para experimentar en sus propias carnes los vientos casi huracanados, fríos y congelantes que dejaban todo el paisaje blanco. 

El viaje fue corto, pero intenso, y lo disfrutaron a tope nuestros compañeros. Así que os dejamos aquí un resumen de su experiencia, y algunas de sus fotos: